jueves, 13 de marzo de 2014

No-despedida in-formal.

En mi flojo repertorio, en aquel intento caótico de formar una cofradía de fusas y difusas, un lío grande me se me apareció una noche. Enfrenté un poco mis temores fundados, y salté al papel y lápiz sin borrar nada con el codo. Uno de mis momentos más sinceros, aquí.

Con miedo en los ojos
Sin tanto vivido por recordar
Con un contrato obligado
          (Con quien si nombramos lo percibe)
Y ese lío de la soledad...

Encantar por ese eme ese, no es la cuestión...
Encantar por encantar, sólo Adán lo podía lograr
Encantar por ese eme ese, innecesaria soledad...

Sin caer en cuenta
Aprender era la cuestión
Enterrar el pasado
          (Ese no quiere futuro tampoco)
Sin imaginar el futuro, amor

Encantador ese eme ese, con odio entre los dientes
Encantador del verbo encantar
Encantador ese eme ese, innecesario aborrecer

Despertar después, con la vista así
Entonar mientras tanto, canciones de amor
Encadenarse a los errores, encadenarse así
Menos con tu reputación, aquello fue un error
          (Ese no lo entendió así)
Lograr salir, lograrlo así

Pacman de nadie.-

jueves, 20 de febrero de 2014

Pajaritos, bravos muchachitos.

Y así es como la horda de la web llegó a nuestras vidas sin avisar. Se convirtió en parte de nosotros, y nos saca lo mejor y lo peor todo. Terminará mal, porque las cosas con la horda pocas veces terminan bien, pero quedará el registro del amor que alguna vez existió, ese que te hace brillar los ojos, creer que podes sentir más y más y casi en un estado porco disfrutar del mismísimo detalle.

Tal vez no me quede mucho, ser perseguido así le hace pensar en lo peor a uno, pero que estas líneas reflejen como en una escupidera, que amé, crecí, aprendí y perdoné.

Para siempre, gracias.

Auf Wiedersehen

lunes, 3 de febrero de 2014

Jugar a matar de amor.

Como oportunamente he contado en mi antigüo librito de los recuerdos virtuales, la operación indiscriminada de hacernos creer que el amor existe, está al acecho. Las deficiencias del ser humano, así como la necesidad de sentirse querido inclusive con la más altanera frivolidad, nos condicionan a ser parte de un bien llamado "cuento de la buena pipa" -del amor-.

"El amor es una mierda", me dijo hace mucho un tipo sabio. No hablábamos el mismo idioma, pero nos entendíamos a buen ojo y con miradas cómplices. Lo conocí aburguesado, en mis épocas de viajante con ira y sed de más. Me sacó la ficha rápido, no era un perejil de huerta, sabía que en algún momento (nunca imaginó que 19 años después), sus palabras resonarían como nunca antes.
Contándome sus experiencias de la noche, con su corazón en la mano, sacó a relucir su lío y declaró eterna cizaña con el que ya no nombraremos. Ese que nos descalabra sabiendo cómo vamos a completar el cuento.

Hacía unos 30 años había vivido secuencias que me hicieron acordar a este último fin de semana. Una serie de desencuentros dentro del recinto mejor del momento, donde la droga más sutil no causaba efecto. Una ciega con el corazón herido y helado por el orgullo, y una manía oscura llena de alborotos con tipos sin traje y con hambre de tirarse a la más pobre esclava, le mostraron la crueldad con su minita. Lloró. Lloró mucho.

El amor no existe. Es una condición de necesidad amparada por la falta de algún que otro afecto. O alguna falla. O también culpa de esos seres despreciables que entienden por códigos la misma mierda.

Irónicamente de fondo se escucha que "... Tarea fina perdida en mi soledad...".


No terminará así.